Estímulo al desarrollo del lenguaje infantil
Hay un mito muy presente en la cultura de crianza actual y que resulta además muy lucrativo para las empresas comerciales que venden programas de audio, video y DVD para el mejor desarrollo intelectual de los niños (como Brany Baby o Disney Einstein por ejemplo). Es aquél que señala que un niño expuesto desde el vientre materno a la música, conversaciones de padres, luego videos en los que personajes-caricaturas de la TV y video usan un vocabulario amplio, favorecerán al niño para que hable más temprano, desarrolle un mejor vocabulario y obtenga posteriores beneficios al iniciarse en la lecto escritura con las consecuentes ventajas escolares. Así mismo, que exponerlos ante dibujos animados con muchos colores, movimientos y palabras será igualmente estimulante.
Resulta que nada de eso se sostiene en la investigación científica actualizada (Andrew Meltzoff, Patricia Kuhl, Jennifer Schwade, etc.) que encuentran que eso no tiene mayor efecto ni ventaja frente a cualquier programa común de TV en el que se ve a adultos en primeros planos hablando; incluso a veces los dibujos animados empobrecen el desarrollo del vocabulario.
Ellos señalan que los progresos de un niño no ocurren cuando oyen a otros sino cuando sus interlocutores, inicialmente los padres, reaccionan comentando después de sus balbuceos, a manera de diálogo, en el que los bebés inician una conversación.
Así mismo, si los padres etiquetan con palabras los objetos sobre los cuales los bebes focalizan su atención (mesa, silla, vaso, caja, cocina), les dan movimiento al mencionar la palabra (para mostrar que son objetos independientes) y más aún cuando más de una persona usa las palabras para designar los objetos. De ese modo los niños van registrando los distintos sonidos que permiten decir la misma palabra.
Esa interactividad con los adultos resulta muy estimulante, y por eso es que exponer a los niños a TV, videos o tablets en las que son pasivos en su lenguaje no constituye estímulo alguno. Es más, los dibujos animados en los que la boca no expresa cada palabra ni sílaba independientemente ni muestran los movimientos musculares de la cara usados para emitir las palabras, no sirven para que el niño vea el movimiento de la boca y la segmentación de las palabras como sí ocurre con los adultos reales. Cuando un niño ve a un adulto hablar en primer plano y escucha los sonidos que salen de su boca, pone en juego simultáneamente dos aparatos sensoriales que servirán para desarrollar su propio lenguaje (Educar hoy, Bronson & Merryman, Cap 10).
En suma, lo que importa no es que la mamá empiece la conversación, sino que continúe la que inicia su bebe, desde sus primeros balbuceos. Esta pauta pregunta-respuesta enseña al cerebro del niño dos cosas: una, que los sonidos que salen de su boca afectan a sus padres y captan su atención, que pronunciar es importante y no es algo carente de significado. En segundo lugar, el niño puede asociar un objeto con la palabra correspondiente, de modo que escucha y asocia la palabra con el objeto que mira o agarra.
Sin embargo, Michael Goldstein sugiere en el mismo capítulo tomar precauciones de no sobre-estimular el cerebro del niño, que necesita períodos de descanso para consolidar lo aprendido, y necesita momentos de balbuceo solitario, para sí mismo, y no olvidar de dejar que sea el bebé quien tome la iniciativa, sin apabullarlo.
Finalmente, el hecho que un niño hable antes que otro no significa que el otro no pueda emparejarlo más adelante. Puede ser que el niño parezca retrasado por ser introvertido o por falta de madurez de su aparato motor oral, pero puede estar entendiendo y registrando todo el vocabulario tal cual lo tienen los más avanzados. Después de todo, la primera infancia no es el único período crítico. En cada etapa de la vida surgen nuevos retos y posibilidades para una expansión continua del vocabulario.
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